Tras el éxito (más bien fuera de los USA) generado por el díptico realizado por Tarantino y Rodríguez con sus Death Proof y Planet Terror, respectivamente, (y cuyo germen ya se intuía en Abierto hasta el amanecer), se ha desatado una auténtica fiebre por la Grindhouse setentera que ha desembocado en un gran número de producciones (de bajo presupuesto) que emulan dicho cine con todo lo que esto conlleva. Ahí tienen a Machete (Robert Rodríguez & Ethan Maniquís), ahora en las carteleras españolas, como claro ejemplo.
De ese modo, cineastas con muchas ganas y poco dinero, emulan el cine gamberro y trash de los setenta y puede que uno de los mejores ejemplos sea la película que nos ocupa, Blood Moon Rising, uno de los films que mejor han sabido plasmar el ambiente, el colorido y los desatinos de entonces.
Tal y como ocurría en Death Proof o Planet Terror, se utiliza los efectos digitales para empobrecer la imagen y así recrear los saltos y defectos del celuloide (cosa que por cierto, nunca ha dejado de parecerme irónico: aprovechamos las nuevas tecnologías para rememorar lo que tanto se odiaba anteriormente), pero en este caso, se llega aún más lejos llenando la película de defectos sonoros que hacen que su visionado nos resulte de lo más molesto (de hecho, al principio incluso pensé que se me había jodido el televisor).
Blood Moon Rising, debut en el largo de Brian Skiba (que creo adapta uno de sus primeros cortometrajes, del mismo nombre), es una desfachatez de principio a fin: una pareja encarnada por un pistolero-vampiro (¿?) y una mujer-lobo que tienen que acabar con la terrible maldición que ambos acarrean y que, por culpa de la amante del este, una vampira gótica o algo así (Laurie Love), no les será nada fácil. Así que piden la ayuda de su nieta (Laurie Love, de nuevo) y la de un joven nerd (todavía virgen), amante de los cómics y las armas.
En lo que respecta a la licantropía, es bastante difícil encontrar algo realmente significante en esta película, pero como esto es un blog que trata sobre los hombres-lobo en el cine, tengo que escribir cuatro tonterías sobre ella por muy poco que trate el tema. Así que, primero de todo, debo mostrar mi ira ante esa mujer-lobo, ya que parece un jodido Ghoulie indigente con el pelo largo más que una alobada. Y segundo, puedo entender que al asesinar a sus víctimas, estas vuelvan a la vida como zombies sedientos de sangre y carne (sin ir más lejos, en la película de Landis, Un hombre lobo americano en Londres, más o menos ya se utilizaba este recurso, aunque sin llegar tan lejos), pero lo que no me entra en la cabeza es que a los que muerde levemente sin llegar a matar se conviertan en… ¿vampiros? Bueno, eso creo, ya que no tienen ni rastro de pelo y tienen unos buenos incisivos. Aún así, debo reconocer que la pequeña transformación, - esa mujer en la sombra con la luna llena de color rojo de fondo y acompañada de esa niebla verde -, me pareció (aún siendo muy chapucera) bastante hermosa e incluso le encontré un halo poético y misterioso que me resultó muy estimulante (ya ven, tengo un corazón muy sensible). Pero bueno, por lo demás, el hecho de que aparezca esta película en este blog, supone un mero trámite completista, ya que de alobados poca cosa (además, matan a la licántropa casi al principio).
En fin, aquí la tienen, Blood Moon Rising, una película medio de zombies, medio de vampiros y con una chispa de licántropos, que eso si, rememora el colorido y la negligencia de lo mejor-peor del cine trash de los 70 de una manera bastante conseguida. También es de agradecer esos pequeños guiños a Posesión Infernal de Sam Raimi y la aparición estelar de Ron Jeremy. Eso si, los putos efectos CGI son tan sumamente esperpénticos (atención a ese esqueleto rastafari), que da vergüenza verlos. Sin lugar a dudas, cuando pasen los años, nuestros nietos fliparán con estas películas con animatrónics de baratillo, y si no tiempo al tiempo.
Hasta la próxima luna llena, ahora me voy a comer una gallina con plumas y una magdalena… ¡Auuuuuu!