“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

lunes, 26 de julio de 2010

Licántropos Televisivos (Vol. I)

Ya llegó julio y por consiguiente el calorcito y el verano. Una mala época para los hombres lobo, sobretodo porque tenemos que desparasitarnos y pasamos un calor infernal con tanta mata de pelo, pero bueno, hoy es luna llena, así que aquí os traigo un par sorpresas licántropas que se emitieron por televisión a principios de los años 80 y 90.


The Werewolf of Walnut Grove/El hombre lobo de Walnut Grove (La casa de la pradera, temporada 6, capítulo 14, 1980).



Supongo que más de uno estará al corriente de que antes de ser un ángel, Michael Landon fue un hombre lobo. Bueno, más bien un hombre lobo adolescente en I was a teenage werewolf, una joya indiscutible dirigida por Gene Fowler Jr. en 1957. En ella, un problemático adolescente se transformaba en hombre lobo por obra y gracia de un mad doctor en toda regla. Pues bien, San Michael Landon, productor ejecutivo de la mítica serie La casa de la pradera, se las apañó para volver a la temática de la licantropía con una vuelta de tuerca a esta idea del joven problemático, pero esta vez de un modo más amable y bondadoso… ¿Amable? ¿Bondadoso, he dicho? Bueno, tal vez no tanto. Está bien, sigamos.


En este capítulo, un chavalote grande y con los huevos negros llamado Bartholomew (Todd Thompson), llega a la ciudad y no para de causar algunos “problemillas” a los alumnos y a la profesora de la escuela. Así que, ante los continuos abusos de este bastardo a sus compañeros de clase y ante la posibilidad de que la profesora sea expulsada (al parecer el padre del hijodeputa, es un pez gordo), Albert (Matthew Laborteaux) y Laura (Melisa Gilbert) deciden darle un escarmiento. Así que utilizando los conocimientos aprendidos en el colegio, basados en el papel maché y otras manualidades, convertirán a Albert en un temible “niño-lobo” que conseguirá aterrorizar a Bartholomew. Lamentablemente, la cosa no funciona y el truco es finalmente descubierto por el granuja, así que [Y AQUÍ VIENE LO FUERTE DEL EPISODIO] todos los niños se unen para darle una violenta paliza a ese grandullón. ¿No les parece fabuloso? ¡La unión hace la fuerza!



Grande, Landon. ¡Grande! Lo que hemos aprendido contigo, joder… Que en paz descanses.




Werewolf Concerto/El concierto del lobo (Historias de la cripta, temporada 4, capítulo 13, 1992).

Que hermosos momentos hemos pasado todos con esta serie basada en los comics de "Tales from the crypt" muy famosos en los años 50 (aunque en el caso que nos ocupa, se trata de una historia que recogía “The Vault of Horror”, otro comic publicado EC Comics, y que dibujo Jules Feiffer y escribió Harry Harrison, autor de ci-fi que escribió entre otras cosas la novela “Make Room! Make Room!” que más tarde llevaría a la gran pantalla Richard Fleischer en la emblemática Cuando el destino nos alcance con Charlton Heston). Pues bien, gracias a esta serie creada por Joel Silver, Robert Zemeckis, Richard Donner y Walter Hill, pudimos disfrutar de una historia algo alocada, precipitada y abrupta, pero con algunos toques de humor negro que, como no podía ser menos, resultan gratificantes.


Nos encontramos en pleno monte. Un grupo de personas se cobijan en una especie de albergue regentado por un hostelero con pluma (Dennis Farina), y durante una noche de luna llena aparece el cadáver de un hombre sin cabeza. Rápidamente cunde el pánico ante la posibilidad de que haya un temible licántropo suelto pero, gracias a Dios, entre los asistentes también encontramos a un cazador de hombres lobo (Timoty Dalton) y una atractiva pianista (Beverly D’Angelo).

Dejando de lado la estúpida intriga a lo Agatha Christie y las caprichosas sorpresas finales a las que nos tenían acostumbrados con esta serie (y por consiguiente, los comics en los que están basados), El concierto del lobo podría haber llegado a ser un cortometraje divertido y entretenido. Y es que, aunque el ejemplar lobuno no sea nada del otro mundo, en este capítulo incluso llegaremos a ver de refilón la típica transformación que hizo famoso a Rick Baker y Rob Bottin, pero lamentablemente todo el potencial del cojonudo diseño de producción de la serie se va al traste por querer contar tanto en tan poco tiempo (recordemos que los capítulos apenas llegaban a los 20 minutos). Y es que no hay que olvidar que adaptar el tono macarra de este tipo de historias y trasladarlo al lenguaje cinematográfico no debía de resultar muy fácil.