Dir.: Adam Green, Joe Lynch, Tim Sullivan, Adam Rifkin
A primera vista uno
podría pensar que “Chillerama” es otro filme que busca
aprovecharse de la ola “Grindhouse” que, desde el díptico
realizado por Robert Rodríguez y Quentin Tarantino (sin olvidar la
aportación de los directores responsables de los fake trailers,
la verdadera gran sorpresa de aquel experimento), se han venido
sucediendo con películas de diferente índole. Sin embargo, si
echamos una ojeada rápida a la filmografía de sus cuatro
responsables, nos daremos cuenta de que la intención de éstos no es
la de seguir una moda en concreto (aunque lógicamente, ésta les
haya podido beneficiar). Tim Sullivan ya había dirigido el remake
de 2000 Maniacos de Herschell Gordon Lewis en 2005, y una
secuela de la misma en 2010. Adam Rifkin fue el responsable de Psycho
Cop Returns - secuela de Psycho Cop que a su vez era un refrito del
típico slasher de la época y el “Maniac Cop” de William
Lustig -, de la extravagante cinta de acción “Con la poli en los
talones” – en la que Charlie Sheen se pasaba conduciendo un coche
prácticamente durante toda la película e incluso llegaba a realizar
una cópula en marcha -, y de la comedia “Cero en conducta”,
además de escribir los libretos de filmes como “Un ratoncito duro
de roer” o “Pequeños guerreros”. Joe Lynch por su parte ha
dirigido la secuela de uno de las pocas sagas de terror interesantes
de la última hornada, “Km. 666 II: Camino sangriento”, en la que
un grupo de concursantes de un reality-show tenían que
vérselas con unos mutantes caníbales, además de aparecer en
“Terror Firmer” (1999) de Lloyd Kaufman a quien, no por
casualidad, se le homenajea en la película que nos ocupa. En lo que
respecta a Adam Green, cabría destacar que ha sido el creador de una
de las propuestas más cachondas, estimulantes y gamberras del
slasher moderno, con las dos entregas de Hatchet (a
punto de convertirse en trilogía), en las que se pueden ver algunos
de los rostros más conocidos del género, como Robert Englund, Tony
Todd, (una vez más) Lloy Kaufman y, aunque no se le reconozca por el
maquillaje, Kane Hodder, el eterno Jason Voorhees.
Como no podía ser de
otro modo, Chillerama arranca con un pequeño prólogo en
blanco y negro en el que un hombre quedará contaminado de un
terrible virus. Para tener más miga, dicho virus le ha sido
transferido al serle realizada una sangrienta felatio por
parte de su difunta (y revivida para la ocasión) esposa. El hombre
malherido irá de camino a su puesto de trabajo - un auto-cine
llamado “Kaufman” que se enfrenta a su último día de apertura y
que está dirigido por un orondo amante del séptimo arte cuyo nombre
es Cecil Kaufman (en referencia a Cecil B. Demille y al ya nombrado
Lloyd Kaufman) -, para cumplir con su deber y, ya de paso, contaminar
con su sangre de color azul las palomitas que se sirven en el
establecimiento, provocando la consecuente expansión del virus. Una
vez allí, un grupo de jóvenes asistirán a la proyección de
diferentes películas cargadas de nostalgia y, sobretodo, mucho gore,
humor burdo e ironía.
Así pues, la primera en
proyectarse es “Wadzilla”, dirigida por Adam Rifkin, una suerte
de homenaje a The Blob y Godzilla, en la que un
espermatozoide gigante arrasará la ciudad e incluso mantendrá una
tórrida escena de sexo con la estatua de la libertad. La culpa la
tiene un nerd que, debido a la poca movilidad de su esperma,
decide probar una potente medicina experimental que le provocará
unos intensos dolores de testículos. Siguiendo las indicaciones de
su médico, el joven se masturba y de allí nace un enorme renacuajo
blanco que irá creciendo poco a poco, con el único objetivo de
encontrar a un óvulo al que fecundar. Esta historia, sin lugar a
dudas, la más divertida de todas, es además la que más sabe
aprovechar todos y cada uno de sus (escasos) recursos, logrando un
look muy setentero que brinda algunos de los momentos más
desternillantes y conseguidos de todo el conjunto. Sirva de ejemplo
ese momento en el que un grupo de ciudadanos corre (o más bien hace
como si corriera) mientras el gigante esperma les persigue a través
de la ciudad. Rifkin utiliza para la ocasión una gama de colores
chillones y se sirve de unos efectos especiales (infográficos) de lo
más chapuceros pero efectivos, que nos retrotaen a las películas de
serie B de hace años.
El siguiente corte se homenajea a las “beach parties” protagonizadas por el
cantante y actor Frankie Avalon (y otras de este tipo producidas por
la AIP) y al clásico licántropo interpretado por Michael
Landon en “I was a Teenage Werewolf”, (Gene Fowler Jr.,
1957), pero en clave homosexual. En esta historia llamada “I was a
teenage werebear” y dirigida por Tim Sullivan, nuestro reprimido
protagonista, entre canción y canción, se transformará en un
“hombre-osito” cuando otro tipo “maldito” le propicie un
mordisco en el pompis (1). Aunque tiene cierta gracia ver un músical
cuyo entramado bebe directamente de los ingredientes propios de las
cintas de licántropos - con el guiño obligatorio a El hombre
lobo de George Waggner al rondar por el metraje una enfermera
¿gitana? llamada Maleva y una frase entonada por ésta que parodia a
la escrita por Curt Siodmak (“hasta un joven que se cree
heterosexual y que se afeita los huevos por las noches, puede
convertirse en hombre-oso por las hormonas de su edad y dejar volar
su impulso latente” [2]), además de sustituir el famoso bastón
con empuñadura de plata y forma de lobo por un gigantesco vibrador
de plata -, se podría decir que el resultado dista mucho del resto,
llegando a ser en algunos momentos del todo decepcionante (véase la
torpe planificación que se lleva a término en un diminuto vestuario
en el que se entonan una de las canciones, o el pobre maquillaje de
los “werebears”).
La tercera historia, “The
Diary of Anne Frankenstein” dirigida por Adam Green, es una parodia
de Frankenstein en clave nazi (véase el chiste del título), rodada
íntegramente en blanco y negro y en alemán. En ella se nos cuenta
como Hitler roba el diario de la familia Frankenstein y siguiendo los
detallados pasos que se exponen en él intentará revivir a un
hombre… Por si fuera poco, además, conecta con el mito judío del
Golem, pues el Führer utiliza los cadáveres que tiene más a mano
(judíos, como no) y a base de unir extremidades de diferentes
cuerpos crea un Frankenjudio, una especie de jaredí
revivido que termina liquidando a su propio creador (aunque esta vez
sus motivaciones sean algo diferentes que en el clásico de Mary
Shelley). A pesar de que su trama sea algo previsible, “The diary
of Anne Frankenstein” ofrece alguna que otra divertida sorpresa en
forma de chiste racista, como la utilización de dobles de color para
las escenas de riesgo.
La famosa escena de Pink Flamingos, pero al revés. |
El último segmento viene
presentado por Fernando Phagabeefy, su director (3) - al menos así
sale acreditado en los títulos de crédito finales (4) -, quien
explica que vamos a asistir una de las películas más extremas de
terror. El resultado es “Deathication”, un film experimental que
haría las delicias de cualquier amante del cine de John Waters y que
nos mete en infinidad de cagadas, diarreas y mojones, sin ton ni son.
Lamentablemente, esta suculenta pieza de cine para gourmets se
ve interrumpida por la trama central de la película – es decir,
por lo que ocurre en el auto-cine que, como ya dijimos, termina
siendo devastado por una plaga de zombies cachondos -, y cuyo nombre
es “Zom-B-Movie”, dirigida por Joe Lynch. La película se cierra
pues con una historia no demasiado original, pero divertida
(sobretodo por ese pequeño experimento con excrementos que la
precede), plagada de cuerpos amputados que son devorados y
desflorados por unos muertos vivientes de lo más salidos, mientras
que por otro lado, dos jóvenes aprovecharán esta peculiar ocasión
para entablar una relación amorosa.
Siendo Chillerama
una película que intenta rendir homenaje al cine explotation
y de serie B de antaño, con historias independientes y un humor de
lo más desfasado como nexo de unión, es fácil pensar en los
“Grindhouse” de turno realizados por directores más mainstream.
Pero aquí las pretensiones de los responsables son mucho más
modestas y, por tanto, más sinceras. Quizás el resultado global
cojee, pues el arranque de “Wadzilla” es descomunal, mientras que
“I was a Teenage Werebear”, que viene justo después de ésta,
puede hacer menguar la atención del espectador... Pero aún así, en
Chillerama no se maquilla con mugre un trabajo refinado, ni se
intenta dar lecciones de nada. Chillerama sólo busca divertir
y lo consigue, así que, ¿qué más se le puede pedir?
(1) Un guiño a otra
cinta con hombres lobos adolescentes Full Moon High de Larry
Cohen.
(2) Y en el clásico de
1941 era: “Incluso un hombre puro de corazón y que reza sus
plegarias por la noche, puede transformarse en lobo, cuando el
acónito florece y la luna de otoño brilla”.
(3) A su vez director de
la ficticia Saló 2: The Next Day.
(4) En realidad todo forma parte de una
broma, pues Fernando Phagabeefy no es otro más que Joe Lynch.
Promete ser impagable. La ví disponible hace poco pero no le presté la menor atención. Gracias a tu reseña leo que los créditos del film son más que interesantes así que me pongo a ello. Muchas gracias, compañero!
ResponderEliminarMe parecio un excelente trabajo para tomarlo como tributo, yo si lo recomiendo, te saca un par de carcajadas
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