“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

jueves, 8 de marzo de 2012

Psicotronía licántropa VI: LA REBELIÓN DE LOS MONSTRUOS (1997)


Título original: The Creeps.
Dir. Charles Band.

Y esta noche de luna llena volvemos a la psicotronía licántropa. Esta vez con una película de lo más peculiar que, sin embargo, nos podría haber regalado preciosos y divertidos momentos. Lamentablemente, la cachonda premisa de “La rebelión de los monstruos” se echa a perder por culpa de un humor soso de narices y unas interpretaciones de lo más acartonadas.

Un gordo entra en una biblioteca y se dirige a la sección de libros antiguos con la intención de robar las primeras ediciones de “Drácula” de Bram Stocker y “Frankenstein” de Mary Shelley. El hurto, lejos de ser propiciado por un afán de coleccionismo loco, viene motivado por la realización de un experimento científico mediante el cual piensa revivir a los monstruos clásicos de la literatura y el cine. Así pues, además de Drácula y el monstruo de Frankenstein, el gordo también tiene pensado resucitar al hombre lobo y a la momia. La cosa, aún así, se complica un poco pues para que el experimento se complete con éxito tiene que encontrar a una virgen (cosa un tanto difícil en los tiempos que corren) y como no la encuentra, los grandes monstruos de la literatura vuelven a la vida no siendo tan grandes. Por tanto ahí tenemos a mini-Drácula, mini-Frankenstein, mini-Momia y mini-Hombre lobo. Menos mal que Anna (Rhonda Griffin), una modesta trabajadora de la biblioteca - que es acosada por su jefa lesbiana -, contrata los servicios de David (Justin Lauer), un detective que utiliza su trabajo de dependiente de un videoclub como tapadera (o puede que al revés) y que, aunque parece tonto no lo es (es más bien tirando a gilipollas).


Lamentablemente, esto de ver a los monstruos del terror en plan enano podría haber tenido mucha gracia, pero para ello se necesitaba mucha más mala baba y cojones… Por lo tanto, cuando por ahí vemos a los minis-monsters perseguir a nuestros protagonistas, las comisuras de la boca se mantienen intactas. Aquí no hay terror y, aunque la película está encaminada claramente a la comedia, por mucho que lo intenten, no arranca ni una sola carcajada, más bien todo lo contrario, el conjunto causa más bien un poquito de vergüenza ajena.


En lo referente al mini-Hombre lobo… Os juro por Waldemar Daninsky que si no lo llegan a decir, podría haber pensado en cualquier otra bestia mitad humana. Es más, por las pintas parece más un mini-Hombre murciélago… Eso quiere decir que durante la película no se da ni una sola transformación y que, por tanto, la luna llena no influye en nuestro pequeño licántropo. De hecho, no se llega a hacer referencia a ella en ningún momento, como si su estado mitad animal fuera perpetuo.


Lo único que quizás la pueda salvar de la quema total, sea ese guiño final por parte del detective friki peliculero, que para sorpresa de todos resulta ser todo un entendido en nuestro queridísimo Jesús Franco. Pse… Sorpresas que da la vida.


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