Título
original: Wolf
Dir.
Mike Nichols
A principios
de los noventa hubo un intento por resucitar los monstruos clásicos
del terror. La Columbia
se afanó en limpiar de polvo y telarañas esas antiguas películas
de la Universal y
renovó los clásicos de Mary Shelley
y Bram Stoker (ambos
de la mano de Francis Ford Coppola,
dirigiendo la nueva versión de Drácula y produciendo la de
Frankenstein), además de realizar una historia sobre hombres lobo
trasladada a la época actual y al mundo de los negocios. Aquí no hay Larry Talbot que
valga ni tampoco base literaria importante - como por ejemplo lo es
la novela de Guy Endore
“El hombre lobo de París”
(¿para cuando una versión fidedigna de este clásico?) -, sin
embargo el reparto no tardó en llenarse de grandes estrellas. Así
el trío protagonista estaría encarnado por Jack
Nicholson (que, al parecer, llevaba 12 años
intentando levantar este proyecto), Michelle
Pfeiffer y James
Spader, mientras que el reparto de
secundarios se completaría con algunos actores de la talla de
Christopher Plummmer y
el siempre genial Richard Jenkins.
Para dirigir esta película se escogió a un realizador no del todo
idóneo para llevarlo a cabo (sobretodo si miramos el resto de su
filmografía alejada del género terrorífico), Mike
Nichols, pero que aún así consiguió un
resultado más que aceptable, evitando que la débil historia hiciera
aguas estrepitosamente. El libreto por su parte viene firmado por el
guionista y escritor Jim Harrison (Venganza,
Leyendas de pasión) y el guionista Wesley
Strick (El cabo del
miedo), y nos cuenta la historia de Will
Randall (Nicholson),
el editor jefe de una editorial que es mordido por un lobo durante una noche de luna
llena (una noche en la cual, la luna está más cerca de la Tierra de
lo normal) y verá como comenzará a desarrollar cualidades tales
como un olfato y un oído finísimo, amén de un aspecto jovial y una
entrega en la cama fuera de lo común. Pero por otro lado verá como
su amigo y aprendiz Stewart Swinton (Spader)
no sólo le roba el puesto de trabajo sino que además se la pegará con su mujer. Entonces el
lado más feroz de Randall emergerá y marcará su territorio como un
perro (antológica la meada a Spader
en los urinarios), pero pronto comenzará a preocuparse cuando
descubra que todos esos poderes que ha adquirido tienen su vertiente
más peligrosa las noches de luna llena, sobretodo tras la aparición
de su ex mujer muerta debido a los ataques de lo que parece ser una
bestia salvaje. Convencido de que puede ser un hombre lobo, Randall
decide ir a visitar al profesor experto en ocultismo, Dr. Alezais (Om
Puri), y éste le entregará un collar de
plata para evitar que su lado animal emerja durante los plenilunios. Pero además Randall contará con la ayuda de la bella
(y gamberrota) Laura Alden (Pfeiffer).
Pese a que
muchos parecen no ver con demasiados buenos ojos esta película, Lobo
nos ofrece una digna muestra de licantropía
bastante original y llena de puntos muy interesantes. Gracias a Lobo
sabemos que no es necesario ser mordido por un hombre lobo para que
la maldición sea transmitida, tan sólo basta la “esencia” del
alobado para ser contagiado. Buena prueba de ello lo vemos al final
de la cinta cuando nos percatamos que la Pfeiffer
se ha convertido en una mujer loba sin que previamente haya sido
atacada por ninguno de los dos licántropos que pululan por la
película. Esto nos hace entrever que, quizás, una persona también
puede convertirse en un lobo si mantiene relaciones sexuales con un
licántropo, como es el caso del personaje de la Pfeiffer - macarra y marrana como nunca, pero recatada como de costumbre -, que mantiene una noche de sexo loco con
un sufrido Nicholson.
Pero también hay otros aspectos curiosos, como por ejemplo descubrir
que en la zona mordida crecen unos minúsculos pelos o que, aún no
habiéndose transformado en lobo, nuestro protagonista adquiere los poderes propios de la bestia, tales como una
gran agilidad y un extraordinario olfato y oído. También llama la
atención la utilización de un collar de plata con un extraño
grabado para, tal y como apuntábamos anteriormente, impedir que la
parte animal emerja del alobado durante las noches de plenilunio. En
este punto resulta interesante el hecho de que además haya una
persona – para la ocasión la enamorada del protagonista, la Pfeiffer - que se
encargue de encerrar a la bestia con tal de que no haga daño a ningún ser humano, pues
esa figura veladora también la hemos visto cientos de veces en las
producciones daninskianas.
Pese a que
los hay que tildan la película de impersonal y (su último tramo) de
film de serie B (con
presupuesto mainstream),
lo más evidente es que Lobo,
pese a sus defectos, es
todo un clásico contemporáneo que arroja un punto de vista muy
interesante al ya desgastado cine de licántropos. Desde luego, no consiguió reanudar el vuelo de este subgénero, pero que no se diga que no se intentó. Las
actuaciones son impecables y el maquillaje de Rick
Baker (más limitado y austero que de
costumbre con tal de que la estrella pudiera ser reconocible), cumple
su acometido con creces. Y qué decir de la excelente banda sonora de
Ennio Morricone… Genial…
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