“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

sábado, 19 de marzo de 2011

EL BIGFOOT: UN MITO VISTO A TRAVÉS DEL CINE

Fotograma del falso documental Bigfoot (Rob Gimlin & Roger Patterson, 1967).

Siendo este un blog donde se habla del cine licántropo en todas sus vertientes, (síndrome de Ambrás y otros monstruos peludos incluidos), no podía faltar un post dedicado única y exclusivamente al subgénero bigfoot. De hecho, tenemos una película que trataremos a su debido momento en la que se une al hombre lobo con el yeti, y que no es otra que La maldición de la bestia (Miguel Iglesias Bonns, 1975), sexta entrega de las aventuras de nuestro licántropo patrio, Waldemar Daninsky.

Bigfoot, píes grandes, el hombre de las nieves, el yeti o sasquash… Diferentes son los nombres que se han utilizado para denominar a ese ser críptido e imaginario, cuyo origen jamás se ha llegado a resolver ni probar. ¿Es un ser primitivo que ha conseguido llegar hasta nuestra época? ¿Una especie descendiente de los simios? ¿O tal vez sólo sea un hombre asilvestrado, cuyo modo de vida y metabolismo se ha modificado con el paso del tiempo para sobrevivir en las frías montañas nevadas o en los bosques más frondosos? El folklore que existe en torno a esta criatura es tan variado que resulta harto difícil determinar lo qué es en realidad eso que llaman un “bigfoot” y similares. Así pues, con tal de llegar a averiguar algo más acerca de estos seres, hagamos un amplio recorrido por diferentes películas, no todas pero si las más singulares, que han abordado este tema.

Hábitat natural y terminología

Aquí estamos tratando el tema globalmente aún cometiendo el error de no diferenciar el término yeti o abominable hombre de las nieves, - utilizado para el ejemplar que habita en las montañas del Himalaya -; del bigfoot o sasquash, - utilizado para el ejemplar que corre por los bosques estadounidenses -. Salvando las distancias entre ambos, pues según parece son diferentes entre sí, podríamos decir que tanto unos como otros bien podrían ser la misma especie, siendo lo único que los diferencia su lugar de procedencia y pequeños rasgos.
Rogando pues que perdonen el atrevimiento de mezclar ambos, y que aunemos todo con el término "bigfoot”, ahora sí, pueden continuar con la lectura.


El bigfoot, ¿un ser pacífico?

Pues si tomamos como punto de partida la cinematografía que existe a su alrededor, podemos llegar a tildarlos como seres pacíficos, bondadosos e incluso inteligentes. Buena prueba de ello lo encontramos en el magistral clásico dirigido por Val Guest para la Hammer, la excelente El abominable hombre de las nieves, que nos sitúa en los lejanos parajes del Tíbet, concretamente en las cordilleras del Himalaya, para contarnos la historia de un grupo de exploradores que se aventuran por dichas montañas para encontrar al abominable hombre de las nieves. Ante las advertencias del mismísimo (Dalai) Lahma (Arnold Marlé), que les avisa sobre el peligro que corren sus vidas, el Dr. John Rollason (Peter Crushing) hace caso omiso y junto a su equipo se dispone a encontrar a la criatura. Poco a poco pero, algunos de los integrantes irán pereciendo violentamente, y aunque en un principio nos imaginemos que los yetis son unas bestias temibles, finalmente resultan ser unos seres sabios y pacíficos que aguardan pacientemente en lugares recónditos la extinción (¿o deberíamos decir autodestrucción?) del, este sí, violento ser humano, para después expandirse por todo el mundo (!). Como vemos, a pesar de ser pacíficos, no deja de inquietar la idea de que el yeti espere durante siglos y siglos la desaparición del hombre para después proceder a una pacífica conquista de la tierra. Es decir, bajo todo ese halo de pacifismo, las intenciones de estos no dejan de ser turbadoras y alarmantes.

Al otro lado se podría situar otro filme, aunque éste de calidad muchísimo inferior. Se trata de Night of the demon (James C. Wason, 1980), - conocida por estos parajes como Bigfoot Sangriento -, película que nos sitúa en los asilvestrados bosques estadounidenses, donde nos topamos con un bigfoot que está a las antípodas del del clásico de Guest, es decir, nos encontramos con una violenta bestia que aniquila hombres sin piedad, utilizando además métodos nada sutiles. De ese modo, dicho sea de paso, veremos unas sangrientas muertes que comprenden desde desmembramientos varios a lanzamientos de humanos emulando el olímpico lanzamiento de martillo. También veremos algunos coitus interruptus propiciados por el gigante peludo, y descubriremos como es la visión del monstruo mediante la cámara subjetiva (caracterizada por estar rodeada de un halo rojo). Pero lo más significativo puede que sea la violación del bigfoot a una linda jovencita que después quedará encinta (¡!), tema que abordaremos más adelante.

¿Pero el bigfoot es en realidad un ser malvado? Si partimos de la esperpéntica Man Beast, de Jerry Warren (1), nos encontramos con unos yetis de lo más estrafalarios que irán siguiendo los pasos de nuestros protagonistas con no muy buenas intenciones. Pero más tarde descubrimos que estos no son más que meras marionetas que están a las órdenes del hombre que les guía (George Skaff), quién en realidad controla a las bestias. No nos equivoquemos, seguramente Warren sabía de lo que hablaba cuando exponía que quizás los yetis pueden ser controlados por humanos. No se dejen engañar por las caretas y los disfraces de baratillo que lucen en la película. Sin ir más lejos, en la reciente producción mainstream, La momia: la tumba del emperador dragón (Rob Cohen, 2008), tercera entrega de la momia de Stephen Sommers, se nos muestra que los yetis pueden ser controlados por los tibetanos, aunque en este caso en vez de ir en contra de los protagonistas, les ayudan, es decir, son buenos. Por lo tanto y aunque su aspecto nos pueda hacer pensar que son bestias terroríficas, su comportamiento puede depender muy mucho de quien les dé las ordenes. Así que ya saben, antes de echarle las culpas a un bigfoot, investiguen quién anda detrás…

Píes grandes, corazón caliente

Tal y como hemos comentado en este mismo blog con filmes tan descacharrantes como The Geek y The beauties and the beast, el sexo entre humanos y píes grandes es posible. No por menos, tal y como ya hemos apuntado anteriormente, de un coito incluso se puede producir el cruce entre ambas especies, ya que en la nombrada Night of the demon llegábamos a ver el nacimiento de un engendro mitad humano mitad bigfoot. En este caso concreto, el llanto del recién nacido es substituido por una suerte de grito de chimpancé totalmente grotesco y ensordecedor, lo cual nos hace pensar que posiblemente el abominable hombre de las nieves, pueda descender del mono al igual que el hombre. Además, tal y como vemos en la película, después del coito, esta bestia adopta un comportamiento afable con la víctima, cosa que implica que estas criaturas tienen sentimientos y son capaces de enamorarse… incluso de un ser humano…

Buena prueba de ello es Yeti, el gigante del siglo 20 de Gianfranco Parolini, una suerte de explotation del King Kong de los 70, donde el simio gigante es sustituido por un enorme yeti. Tal y como ocurría en la producción de De Laurentiis, aquí nuestro abominable hombre de las nieves, encarnado por Mimmo Craiq, se enamora platónicamente de Jane (Antonella Interlenqhi), siendo la escena más representativa aquella en la que la joven, llevada a cuestas por la bestia, apoya una de sus manos sobre el pecho desencadenando que a nuestro yeti favorito se le endurezcan los pezones como muestra de excitación (¡!).
Otra prueba de que el yeti pudiera tener otros aspectos humanos, es la búsqueda de una unidad familiar. En la película de Parolini, sin ir más lejos, el yeti llega a adoptar al niño que acompaña a Jane, y les llegará a buscar alimento para después ofrecérselo como cualquier animal hace con sus crías. En El abominable hombre de las nieves, el clásico de Guest, los yetis son retratados como una comuna muy unida, así que cuando uno de ellos es abatido por uno de los exploradores, intentan hacerse con el cuerpo para darle sepultura.

Siguiendo en esta tesitura, no puede faltar una película made in Walt Disney para televisión, Bigfoot (Danny Huston, 1987), la única, salvo error, que muestra claramente dos ejemplares de sexo opuesto, teniendo la hembra un aspecto claramente femenino. En dicho telefilm, esta pareja de píes grandes adoptan a unos niños que se pierden en el bosque y los cuidan con todo el amor del mundo. No he podido hacerme con ninguna copia para rememorarla, pero creo recordar que al final del metraje veíamos incluso como la hembra quedaba embarazada, algo realmente inédito en una película de estas características. En The capture of the bigfoot (Bill Rebane, 1979), por otro lado, vemos a un bigfoot adulto con su cría. Ésta llegará incluso a confraternizar con un niño, cosa que no ve con demasiados buenos ojos papá o mamá bigfoot (no queda muy claro), ya que sabe muy bien que los seres humanos no son “animales” de los que uno se puedan fiar. Y así es, el bigfoot es capturado por los malvados humanos, pero gracias al nombrado niño es finalmente puesto en libertad y vuelve a reunirse con su pequeño retoño, cosa que por otro lado parece agradecerle mediante una pequeña mirada a modo de “adiós… y gracias”.

Volviendo al tema de la sexualidad en los bigfoots, puede que la más rocambolesca muestra la encontremos en la, nunca mejor dicho, “abominable” Yeti: a love story (Adam Deyoe & Eric Gosselin, 2006), filme distribuido por la Troma, en la que comprobamos que incluso un yeti puede llegar a mantener relaciones sexuales con un ser del mismo sexo. Pero al no haber más ejemplares de la misma especie, cosa que casi siempre suele ocurrir en este subgénero, - los bigfoots y demás, suelen ser retratados como seres solitarios -, la criatura del film tendrá algún escarceo sexual con un hombre (con ¡felación incluida!).

Domando a la bestia

Ahora sí. ¡Ha llegado el momento! Como es lógico no podía olvidarme de esa magistral obra maestra de la Walt Disney dirigida por William Dear, Bigfoot y los Henderson, (1987). Un film que demuestra que los bigfoots pueden llegar a ser unas bestias dóciles e inteligentes. Pero, ¿se puede domesticar a un bigfoot? No nos equivoquemos, un bigfoot no es un perro, la tortuguita del terráqueo o la boa constrictor que uno pueda comprar en una tienda de animales exóticos. Las dimensiones del animal, como imaginan, difieren muy mucho de otros animales domésticos (o no) que uno adopte en casa. Desde luego los Henderson, capitaneados por el genial John Lithgow, tienen un valor y una paciencia inigualables.
Bigfoot y los Henderson cuenta la historia de una singular familia que, tras haber atropellado a un gigantesco píes grandes mientras conducían a toda prisa por el bosque, deciden llevarlo a casa y una vez allí mantenerlo en secreto (algo que obviamente no será muy fácil). El bigfoot aquí, excelentemente maquillado por Rick Baker (ganador a su vez del Oscar en esta categoría por esta película), devendría la mejor aproximación del mito de los que se han realizado hasta la fecha. Pero no por ser un estudio riguroso del mismo, - ¿quién es el valiente que lo puede hacer? -, sino por el esfuerzo que se intuye en esta película a la hora de otorgar una personalidad al monstruo. Es por ese motivo que siempre, cuando uno lo compara con las demás producciones que abordan el tema, se percata que, efectivamente, así es como debería ser un bigfoot. No por menos, dicha película, supondría el inicio de una simpática serie de televisión que se vio interrumpida por la repentina muerte Kevin Peter Hall, actor afroamericano que además de éste, interpretó ese mismo año otro de los grandes monstruos de la ci-fi actuales: el alienígena que se enfrenta al mismísimo Arnold Schwarzenegger en Depredador (John McTiernan, 1987).

Kevin Peter Hall, jugador de baloncesto, aprovechó su estatura para hacer sus pinitos en el cine. De ese modo paseo palmito en algunas series de televisión como Los rebeldes de la ciencia, Star Trek y la serie 227, así como en papeles no muy destacados para el cine; hasta que en 1986 y de la mano de la Troma, se caracteriza de monstruo en Un monstruo en el armario, lo cual desencadenaría que fuera contratado con “enormes” resultados en las dos producciones detalladas anteriormente y que, por si fuera poco, apareciera en una de sus continuaciones, Depredador 2 (Stephen Hopkins, 1990). Lamentablemente, como ya hemos apuntado, la carrera del actor se vio truncada al sufrir un aparatoso accidente de coche y contraer el SIDA al serle realizada una transfusión con sangre contaminada. Peor no le podía haber ido al muchacho…

Harry, nombre que le otorgan al bigfoot, es en la película un píes grandes de mirada dulce y llena de humanidad, aunque también tiende a mostrar su ferocidad si la ocasión lo requiere. Una vez más, tal y como hemos apuntado anteriormente, el bigfoot, es decir, Harry, se mostrará afable con la familia que le acoge y suministrándole algunos terrones de azúcar podrá acatar ordenes como la de sentarse (aunque con resultados algo desastrosos debido a su peso y fuerza). A lo largo de la película también veremos como es capaz de utilizar por sí solo su intelecto y salir de algunas adversidades, como cuando, en mitad de un embotellamiento, Harry proceda a emular la sirena de una ambulancia para abrirse paso entre los coches.

Sin ningún género de dudas, el bigfoot Harry es el ejemplar más tierno, amable, pacífico y ñoño de todas las producciones de este tipo. Con una ternura que llegará a resultar a veces insultante (con regalo de florecillas incluida). Por lo tanto, una vez más, el hombre volverá a convertirse en el monstruo más terrible de todos. Así que cuando es puesto en libertad, Harry, confiado de la amabilidad de los Henderson y por ende de la raza humana, se muestra reticente y reniega a volver al lugar de donde proviene, cosa que obliga a Lithgow a responderle violentamente para que entienda como es el ser humano en realidad. Y e aquí el punto que siempre recorrerá al ser humano y el de este blog, “el hombre es un lobo para el hombre”, “homo homini lupus”, que dicen. El mayor enemigo del hombre es él mismo.

Como conclusión final, los bigfoots, los sasquash, los yetis y demás, a la vista está, son simplemente bestias que actúan según su instinto. Unos amables, otros violentos, otros desconfiados del hombre… Pero son sólo eso, animales. Animales mas o menos inteligentes que representan el espíritu libre y salvaje de los paramos nevados y forestes que han ido invadiendo el ser humano con el paso de los años. Devastándolo todo. Destruyéndose a sí mismo.

(1) Director de algunas simpáticas películas de terror/ci-fi de los 50/60, así como el encargado de rodar algunas escenas adicionales de la mexicana (y licántropa) La casa del terror para el mercado USA.