“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

sábado, 10 de diciembre de 2011

EL CLUB DE LOS MONSTRUOS (1981)


Dir. Roy Ward Baker.

Roy Ward Baker, director cuya carrera se vio estrechamente ligada a la Hammer con joyas como Kung fu contra los siete vampiros de oro, Las cicatrices de Drácula o Dr. Jekyll y su hermana Hyde, también tuvo algo de que ver con la productora rival de ésta, la Amicus, ya que en 1972 dirigió bajo su sello Refugio macabro y en 1980 realizó la primera película producida por Milton Subotsky tras la muerte de la Amicus Productions, y cuyo nombre es El club de los monstruos.


Dicha película cuenta tres historias de terror diferentes que están basadas en los relatos de Ronald Chetwynd-Hayes recogidos en su libro homónimo The Monster Club. Con ella, Subotsky intentaba recobrar el espíritu de terror de la mítica productora y darle un aire renovado interconectando los cortos de terror con unos temas musicales más actuales de grupos como Night, The Pretty Things, Brian A. Robertson o UB 40, obteniendo unos resultados de lo más irregulares. Y es que, si bien las canciones son de una calidad indudable, todos están filmados de una manera tosca, pobrísima y sin ningún atisbo de originalidad salvo, quizás, el tema de The Stripper Song de Night, en el que veremos un striptease con final “sorpresa” recreado mediante animación, y que, si lo comparamos con el Sucker for your Love entonado por Brian A. Robertson, rodado en un solo plano lleno de zooms sin sentido, nos parecerá una master piece.


Pero bueno, dejando de lado los momentos musicales del film que resulta más que obvio que son lo menos interesante, habría que centrarse en las historias de terror que un cortés vampiro encarnado por el mítico Vincent Price le cuenta a John Carradine. Tres historias de lo más variopintas y que giran en torno a un árbol genealógico encabezado por los tres monstruos principales del imaginario popular: el vampiro, el hombre lobo y el fantasma.


La primera historia, se podría decir que la más floja de todas, nos relata el intento de robo de una mujer a un misterioso anticuario (mitad licántropo, vampiro y fantasma), cuyo silbido mortal resultará el arma perfecta para llevar a cabo su venganza. La segunda, presentada en el disco-club por un productor de cine llamado Lintom Busotsky, en clara referencia al propio productor de la cinta, trata sobre una familia de vampiros que se verá perseguida por una especie de Van Helsing encarnado por Donald Pleasence y que resultará la única de las tres historias adornada con unas notas de humor bastante socarrón. Por último, en la tercera historia, la más conseguida de todas, un director de cine encarnado por Stuart Whitman buscará algunos exteriores para su película de terror e irá a parar a un pueblo habitado por unos misteriosos encapuchados zombificados que parecen salidos de El último hombre… vivo (The Omega Man, 1971) de Boris Sagal, que impedirán que se marche del pueblo.


El bueno de Subotsky.
Si bien parece que la película no consigue encontrar una línea definida, - las “psicodélicas” escenas de la discoteca brillan por ser precariamente chapuceras (el maquillaje de los monstruos, sin ir más lejos, parecen simples caretas de pega) -, habría que (saber) reconocer cierto merito al menos en la ambientación de las historias de terror y el esmero que Roy Ward Baker pone en cada una ellas. Así pues, la desgana que se percibe durante los momentos “discotequeros” en los que Vincent Price y un desmejorado John Carradine (con las manos deformadas por la artrosis) hacen lo que pueden, eclipsan los aciertos casuales (o no) que pudiéramos encontrar durante los tres cortes terroríficos. Es por ese motivo que ni el director, ni su plantel de viejas estrellas consiguen sacar adelante una película ya de por sí demasiado difícil. De ahí la suerte que corrió comercialmente y como Subotsky tuvo que abandonar su intento de retomar las películas de episodios de la Amicus con el rabo entre las piernas. Puede que el terror de aquella época, más abocado al slasher que a las historias clásicas de miedo con vampiros, hombres lobo y fantasmas, hicieran que El club de los monstruos fracasara estrepitosamente y que su exquisito mensaje final, mostrando al ser humano como el monstruo más sanguinario de todos, no sorprendiera a nadie. ¿A caso Viernes 13 [Sean S. Cunningham, 1980] o La noche de Halloween [John Carpenter, 1978] no nos habían mostrado ya de que eran capaces los hombres?




En lo que respecta a los hombres lobo... La única incursión propiamente dicha que encontramos en la película es en mitad del guateque... donde, de refilón, aparece uno, ¡con gafas y pajarita! 
Y eso es todo... ¡Hasta la próxima luna llena!



jueves, 10 de noviembre de 2011

MONSTER BRAWL (2011)


Dir. Jesse T. Cook.

¿Qué les parecería si les dijera que existe una película en la que los grandes monstruos del terror clásico se enfrentan entre sí en combates de lucha libre? ¿Qué? Una idea fantástica, ¿no? Bueno, eso al menos debió pensar el canadiense Jesse T. Cook, lo malo es que el pobre se queda a medias… Para empezar, Monster Brawl está ideado como si de un programa de televisión se tratase, por lo tanto, apenas sabemos nada de los diferentes personajes que pueblan por la película, excepto una especie de presentación de los monstruos en los que, aparte de introducirnos en como son o como llegaron a ello, se nos explican brevemente algunas características técnicas de cada uno de ellos, - es decir, la agilidad, el peso, o los superpoderes que puedan poseer -. Así pues, aunque tengamos una reunión de monstruos y un cuadrilátero donde deben combatir, la película carece de gracia por su formato, repito, televisivo.



Supongo que hubiera sido más efectivo que se hubieran centrado un poco en, al menos, unos cuantos de los monstruos y hacer una película de pressing catch con una trama más o menos llevadera. De hecho, tal y como vemos, al final, la película, ¡para gloria de todos nosotros!, termina centrándose en la batalla entre el monstruo de Frankenstein y el hombre lobo, llegando a ser en algunos momentos hasta épica y, porque no decirlo, disfrutable. Y es que, después de la mítica Frankenstein y el hombre lobo o la más reciente (y flojita) House of the wolfman, una vez más el hombre lobo y el monstruo de Frankenstein se ven las caras. Es precisamente aquí cuando el bueno de Cook intenta profundizar algo y, gracias a ¡una línea de diálogo! del hombre lobo, sabemos que el licántropo quiere acabar con Frankie porque éste asesinó a su mujer. ¿No habría sido mejor, Mr. Cook, haber representado brevemente ese fragmento del suceso y así las palabras del alobado cobrarían un sentido dramático más potente? 


Como digo, el combate se supone épico en algunos momentos, pero fuera de eso el film es aburrido de la hostia y los gags que pudiera tener no hacen demasiada gracia, por no decir que ni pizca. Además, el hombre lobo, - en este film, parlanchín como él solo -, tal y como dicen los presentadores del programa, apenas tiene posibilidades de ganar a Frankie, pero para sorpresa de todos consigue noquear en más de una ocasión al monstruo de Frankenstein. Desafortunadamente, Frankie, es un tipo muy duro y termina arrancándole media cara al licántropo del film (que hijode...). Una muerte bastante espectacular aunque algo chapucera, pues los fx dejan mucho que desear. Y es que esa es otra, la transformación de la película es de lo más decepcionante, pues para ello se utiliza trucos de montaje, en el que se aprovechan los momentos en el que el alobado se oculta tras un árbol para ir sucediéndose su mutación a lobo – algo así como lo que pudimos ver en la magistral El lobo humano pero con resultados mucho más inferiores -.

¿Qué quieren que les diga? Me gustaría poderles aportar algo más de información sobre esta película, pero es que sería reiterarme en el vacío más absoluto. Monster Brawl es simplemente eso, una buena idea y encima, atendiendo al letrero final de "sigan atentos a sus pantallas" y que no luchan todos los monstruos entre si, dejando abierta la batalla entre Frankie y un zombie (¡que manda huevos!), mucho me temo que habrá segunda parte. 


Joder, estoy destrempado totalmente... Creo que este podría haber sido un film que, debido a la diversidad de criaturas que abordaba, podría aparecer en diversos blogs de esta enciclopedia ideada por Don Quimérico y de la cual formo parte, pues en ella vemos una bruja, una vampiro, un cíclope, el ya nombrado monstruo de Frankenstein, el hombre lobo, un zombie (bueno, mierda, salen un montón de jodidos no muertos) y la criatura del pantano. (Aunque bueno, tampoco sería el único film que los reúne, ahí tienen por ejemplo la magistral Una pandilla alucinante, en la que también se nos ofrecía otra reunión de monstruos con resultados muy superiores). Por lo demás… Bueno, quizás una tarde de domingo, con una cerveza, sin nada mejor que hacer, la puedan disfrutar… Pero no sé, no sé…


En fin, os dejo que me he quedado sin collar antipulgas y me cierran en el badulaque de enfrente. Hasta la próxima luna llena.

miércoles, 12 de octubre de 2011

LA MALDICIÓN DE LA BESTIA (1975)





¡FABULOSOS TÍTULOS DE CRÉDITOS INICIALES!

Dir. Miguel Iglesias Bonns.

Si por algo se ha caracterizado las entregas de nuestro licántropo patrio, Waldemar Daninsky, es porque, ya sea con mejores o peores resultados, sus aventuras siempre se han visto ligadas a un potente collage de influencias que van desde la ci-fi pura y dura (Los monstruos del terror) a los típicos vampiros, pasando incluso por los samuráis (La bestia y la espada mágica). La película de esta luna llena es La maldición de la bestia que, tal y como comentemos hace unos cuantos plenilunios en aquel post sobre los bigfoots, tiene el privilegio de unir en un mismo film al hombre lobo y al hombre de las nieves. Pero es que, además, La maldición de la bestia no escatima en rizar aún más el rizo trasladando la acción al mismísimo corazón del Tibet (que para la ocasión se utilizó la bella comarca de La Vall d’Aran, situada en el pirineo catalán), e incluir en el argumento a una panda de malvados mongoles y unas misteriosas “mujeres lobo” (¿?) que, por lo que se dice, son las que propagan la maldición licántropa (con la famosa marca del pentágono) a nuestro querido Waldemar Daninsky.

"¿Qué haces?".
"Na, aquí comiéndome una mano de plástico".
"Ah...".
"¿Y tú?".
"Pues lo mismo, tonta".
Aquí la mujer lobo se parece a la Pantoja. ¿Recuerdan aquel escalofriante corte que emitieron por televisión en el que la artista arremetía contra las cámaras? Pues ahí, ahí se parece.
Este rizo rizadísimo, no era más que un modo de buscar una vía de escape a las algo desgastadas peripecias del hombre lobo de Naschy. Miguel Iglesias Bonns, director algo irregular que ya había probado el género de aventuras con Kilma, reina de las amazonas, Tarzán y el misterio de la selva y La diosa salvaje, - esta última también con el astro madrileño -, sería el encargado de llevar a la gran pantalla este delirio exótico que, desde luego, es puro cómic. No sólo por lo estimulante de su propuesta o por sus extraños títulos de crédito (sin lugar a dudas, los mejores créditos iniciales de toda la filmografía “daninskyana”), sino por su exquisita y psicodélica fotografía, obra de Tomàs Pladevall. Lamentablemente, puede que el bueno de Bonns no fuera el mejor director para realizar una de las entregas más impactantes de la saga Daninsky, pues su torpe realización tira por traste cualquiera de los hallazgos que pudiéramos encontrar, y te deja con una extraña sensación de impotencia que se vuelve desesperación cuando, en el momento álgido de la película, en el momento de la batalla entre el yeti y el hombre lobo, Bonns, debido a lo chapucero del diseño de la criatura, opto directamente por no ofrecernos ni un bonito plano de la bestia peluda. Así pues, aquí el yeti pasa con más pena ni gloria. Es una sombra sin personalidad que lucha, eso si, contra un Waldemar Daninsky, más feroz y pizpireto que de costumbre. Pero es que además, por si fuera poco, dicha pelea también se vería entorpecida por la utilización de filtros que, a la manera de "la noche americana", oscurecian la imagen y que en las producciones de la época se solían utilizar mucho para abaratar costes y rodar de día las secuencias que tenían que ser de noche. Este lastre, desde luego, causó mucho mal en nuestro fantaterror patrio y en La maldición de la bestia alcanza dimensiones trágicas.

Naschy a la última. Preparado para ir a la montaña de excursión... Recién salido del Decathlon.
Victor Israel... ¿Te has fumao un porro? Amparo, Po-zi... 
Fíjense que bonita maqueta construyeron para la ocasión.
Por la raja de tu falda yo tuve un piñazo con mi Seat Panda...
Aquí nuestro querido Waldemar Daninsky se inmiscuye por las montañas del Tibet en busca del abominable hombre de las nieve, es decir, del yeti, después de que un grupo de excursionistas desaparecieran en su intento. Así que, con la ayuda de un fumador de opio que luego le dejará tirado, - el mismísimo Victor Israel -, se adentrará por los parajes montañosos del Tibet y caerá en las garras de dos mujeres lobo, dos demonios, dos caníbales, si quieren, que le maldecirán con el marca del pentágono. Waldemar Daninsky pues, sufrirá durante las noches de plenilunio unas plácidas transformaciones (aquí nuestro licántropo permanece tumbado mientras se transforma) que lo convertirán en lobo. Por si fuera poco, ante su desaparición, otro grupo decide emprender su búsqueda sin ser conscientes del terrible peligro que corren sus vidas. Pues no sólo andan por ahí el yeti y el hombre lobo, que va, por ahí también andan un grupo de mongoles liderados por el malvado Sekkar Khan (Luis Induni) que, a modo de Fu-Manchú, también tendrá una acompañante (que no su hija) llamada Wandesa (Silvia Solar) que resultará igual o más diabólica que él, y someterán a unas escalofriantes torturas a nuestros desdichados protagonistas (vean sino ese empalamiento rollo Holocausto Caníbal).

No sé si alguien se ha dado cuenta, pero a este tío le han metido un palo por el culo (y con los pantalones puestos). 



Aquí, unos bonitos fotogramas de Waldemar Daninsky...
Una de las razones por la que también puede ser recordada esta película, es por ser la única de la saga que tendría un happy end. (Recordemos que los filmes de hombres lobo suelen terminar en desgracia, aunque existen excepciones, ahí tienen La mansión de Drácula, sin ir más lejos). En La maldición de la bestia, una entregadísima Mercedes Molina (aka Grace Mills), encontrará la cura para devolver a su amado Waldemar Daninsky su forma plenamente humana. Y es que, ofreciendo un claro guiño a El lobo humano, la utilización de una flor nepalí (llamada para la ocasión, carmesí) mezclada con la sangre de la bella damisela consigue poner fin a la maldición de la bestia.



This is a love story... Ahora van a un motel de carretera.
Por último cabría decir que, pese a que la película fue presentada con todos los honores, - Naschy, sin ir más lejos consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Sitges de 1975 con abucheos incluidos -, esta fue la última apuesta de Profilmes junto al insigne Waldemar Daninsky. Tuvieron que pasar cinco años para que fuera el propio Naschy quien llevara de nuevo a su famoso personaje a la gran pantalla con la potentísima El retorno del hombre. Magistral de veras.

Fíjense en el "peazo" salto que pega Waldemar...
Hasta la próxima luna llena, amigos, ahora me voy a comer un par de magdalenas con ajo y un chorrito de menstruo, ya que, según dicen, va bien para aclarar la voz. ¡AAAAUUUUUUUUUUUUU…..!


Nota: ruego perdonen los comentarios a píe de foto. Hoy estoy tontísimo...

lunes, 12 de septiembre de 2011

Psicotronía licántropa (V): Colmillos, el hombre lobo (1993)




Dir. René Cardona III.

En este espacio ya hemos dado fe de lo que René Cardona III puede dar de si con el film que abordamos hace unos meses, Alarido del terror. Pese a ello, se podría decir que aquella película protagonizada por Hugo Stiglitz no estaba demasiado ligada con el subgénero de los hombres lobo, pues la bestia peluda en cuestión, tal y como dijimos, terminaba siendo un espíritu maligno que se quería apoderar de una niña. Tres años más tarde, por el contrario, encontramos dentro de la filmografía de Cardona III esta exquisita pieza de serie Z protagonizada por Miguel Ángel Rodríguez, Olivia Collins y José Elías Moreno que se adentra en la temática desde un punto de vista bastante interesante. Digo “exquisita” porque a pesar de su clara falta de medios, Colmillos, el hombre lobo no escatima en mostrarnos una de esas transformaciones en hombres lobo “como” (véase el entrecomillado en el “como”) las que se hicieron en Aullidos o Un hombre lobo americano en Londres. Para ello, el director mexicano utilizó planos muy cerrados de la criatura para así evitar que se pudieran percibir en demasié la falta de medios de la que hace gala la película. Por lo tanto, a pesar de saber que este ejemplar lobuno es cuadrúpedo, jamás lo llegaremos a apreciar del todo. Los ataques de la bestia por su parte, también están construidos del mismo modo: con primeros planos de la bestia y sus zarpas, y primeros planos de la víctima. Aún así, cabría decir que Colmillos, el hombre lobo tiene un nivel de casquería bastante considerable ya que, aún no mostrando mucho, consigue ser bastante sangrienta… Tal vez sea por esa épica escena en la que utilizan un caballo muerto de verdad (con todas las tripas colgando), mientras que nuestro protagonista despierta desnudo y lleno de sangre a su lado. Desde luego, no sabemos si al animal lo mataron para la ocasión o aprovecharon uno que llevaban al matadero, pero Miguel A. Rodríguez tuvo el suficiente estómago para soportar el olor a sangre y descomposición que se intuye en la escena (véase esas pegajosas moscas que revolotean por el establo).  

La tía de la manta...
Fíjense en los bonitos gallumbos que luce Miguel A. Rodríguez en Colmillos, el hombre lobo. Sexys, sexys...
Así comienza la transformación...
La sinopsis tampoco podía ser menos estimulante. Tomen buena nota: Cristóbal (Miguel Ángel Rodríguez) tiene un sueño en el que se le aparece una misteriosa deidad indígena llamada Tara (Julieta Rosen) y ésta le ofrece una misteriosa figura con forma de lobo que contiene unas valiosas gemas, y le dice que si hace un buen uso de ella logrará ser feliz. Cosas de la vida, cuando Cristóbal despierta encuentra justo delante de él la extraña figura con la que había soñado, así que como su vida no es demasiado boyante decide vender las gemas para augmentar su patrimonio. Ya no tendrá que conformarse con ser un simple trabajador del hipódromo y Román (José Elías Moreno), un hombre adinerado, no seguirá amañando las carreras y cometiendo las mismas injusticias. Así pues, gracias al dinero que consigue, Cristóbal comenzará a ser considerado dentro del hipódromo e incluso comprará algunos caballos muy valiosos para competir en las carreras… pero cuando llega la noche y la luna llena brilla en el cielo… Ay madre… Cuando la luna llena sale Cristóbal queda maldito y se convierte en hombre lobo. Pero para más inri tendrá que ir liquidando a todas las personas a las que le vendió las gemas para recuperarlas. El problema surge cuando una de esas gemas se la regalo a Susana (Olivia Collins), su amada…

"We will Rock you..."
Aquí les dejo algunos momentos de la "transformación".



Colmillos, el hombre lobo tiene el acierto de tener cierta aura de fatalismo y como toda cinta de licántropos que se precie terminará en desgracia. Miguel Ángel Rodríguez, un actor que lleva a sus espaldas más de doscientas películas (la mayoría directamente para video), realiza una interpretación muy convincente (con el lastre de tener algún que otro momento de “telenovela” muy propia de estas producciones mexicanas [véase ese lacrimógeno final que pone los pelos de punta de la rabia que da]), y sus transformaciones en lobo son mostradas como unas metamorfosis muy dolorosas que recuerdan levemente a las que sufrió David Naughton en la cinta de Landis, pues aquí a nuestro alobado también le da por chillar y desnudarse. Como es lógico, los resultados distan mucho de los vistos en Un hombre lobo americano en Londres pero, repito, a pesar de su raquítico presupuesto están mucho mejor de lo que cabría esperar.
Suponemos que era más barato matar un caballo de verdad, que hacer un montón de tripas artificiales.


Un lindo gatito muerto... Como ven, en esta producción los animales SI padecieron un poquito... 
Miguel A. Rodríguez, un actor de "método". ¿Qué se tiene que comer carne cruda? ¡Pues se come y punto!
Así que ya saben, si alguna vez tienen la ocasión, - actualmente sólo se puede encontrar en DVD de importación (al menos que yo sepa) -, no duden en contemplar esta estimulante película que es desde ya, una pequeña joya psicotrónica a tener en cuenta.

¡Hasta la próxima luna llena!

sábado, 13 de agosto de 2011

FULL MOON HIGH (1981)

Larry Cohen, maestro de maestros, creador de la trilogía Estoy vivo y Maniac Cop (esta última dirigida por su gran amigo William Lustig), se inmiscuyó a principios de los 80 en una comedia licántropa aprovechando el enorme éxito de los dos buques insignia de la época: Aullidos y (más concretamente) Un hombre lobo americano en Londres. Pero por si eso no bastara, aquí el bueno de Cohen aprovechaba la ocasión para realizar una especie de spoof o comedia alocada muy al estilo de Aterriza como puedas (otro éxito de principios de la década). Por este motivo no nos ha de extrañar que la película desarrolle un pequeño pasaje a modo de gag, en el interior de un vuelo en el que un grupo de terroristas cubanos intentan hacerse con el control del avión, mientras que nuestro protagonista se transforma en alobado. Como es de esperar, Full Moon High no podía tener resultados más dispares y extraños, pues aunque es bien sabido que Cohen sabe dotar de momentos cómicos a algunas de sus películas de género, el terreno claramente cómico por el que intenta hacernos pasar con esta película no consigue salir a flote y tan sólo logra salir airoso en contadas ocasiones: sirva de ejemplo que nuestro hombre lobo muerda las posaderas de bellas damiselas (y las de algún maromo con el pelo largo), le robe un autobús a un negro y 20 años más tarde se meta accidentalmente en un taxi conducido por el mismo, o la divertida escena en la que sin querer un policía dispara a la cámara y el objetivo se rompe en mil pedazos, entonces Alan Arkin, encarnando a un psiquiatra un poco hijodeperra, nos explica que lamentablemente el espectador se va a perder los mejores efectos especiales de la película por culpa de este pequeño percance... Y es que esa es otra, lejos de continuar con los hallazgos de Bottin o Baker, en lo que respecta los fx son totalmente omitidos o poco elaborados, y el maquillaje que luce Adam Arkin en la película está más próximo a El lobo humano, el clásico de la Universal del 35, que de cualquier otra producción más reciente. Además, la utilización que Cohen hace de la música evoca sin ningún disimulo a la ya comentada Un hombre americano en Londres, ya que durante una de las primeras (mini) "transformaciones" (realizadas con un par de fundidos y listo) escucharemos de fondo la canción "Meet me in the moonlight", - canción de ribetes clásicos escrita por la (por aquel entonces) esposa de Larry Cohen, Janelle Webb -, para así crear el mismo efecto que producía la famosísima transformación de la película de Landis en la que se escuchaba el tema "Blue Moon". Por lo demás, pues... ¿qué tal si contamos de que va esta película?

Tony (Adam Arkin) es un joven que goza de gran popularidad en el instituto gracias a su buen físico y por conseguir que el equipo de rugby del instituto Full Moon, gane a su eterno rival: los Simpson. Lamentablemente su prometedora carrera deportista es interrumpida cuando su padre, un americano de los píes a cabeza, le pide que lo acompañe en una misión secreta al mismísimo corazón de Rumania. Allí, mientras su padre coquetea con un par de prostitutas del este, nuestro joven protagonista será mordido por un hombre lobo, no sin antes, haber sido advertido por una adivina que le dice estaba marcado por la marca del pentágono... ¡digo del pentagrama! (Aquí vemos un pequeño ¿homenaje? al Hombre lobo de Washington). Una vez de vuelta, Tony verá como se transforma en lobo durante las noches de plenilunio y durante éstas propiciará unos pequeños mordiscos en el trasero de las jovencitas (sin que tengan mayores consecuencias en las víctimas, es decir, ni mueren ni se transforman en lobas/os). Los años no pasan por él, así que nuestro desdichado inmortal consigue sobrevivir durante años viajando de un lado para otro, hasta que decide volver al instituto Full Moon para ganar, una vez más, al equipo de los Simpson. 

Pese a que esto de los hombres lobos adolescentes no es nada nuevo, - ahí tenemos I was a teenage werewolf, con nuestro queridísimo Michael Landon -, si que se podría decir que, de algún modo, Full Moon High serviría de base, - sólo de base -, al venidero (y oportunista [*]) éxito De pelo en pecho, protagonizado por Michael J. Fox, ya que, si bien es verdad que el tono paródico de la película de Cohen no es utilizado en Teen Wolf, podríamos encontrar ciertos paralelismos entre una y otra. En definitiva, no es una mala película, pero Full Moon High deja bastante que desear, siendo únicamente disfrutable para aquellos que tengan la risa floja o para aquellos espectadores poco exigentes... Como yo.
Hasta la próxima luna llena...¡Auuuuuuu...!


(*) Pues estuvo propiciado por el film Regreso al futuro. Aquí en España, Teen Wolf se estrenó después que la película de Zemeckis.