“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

jueves, 25 de abril de 2013

BUENAS NOCHES, SEÑOR MONSTRUO (1982)


Dir. Antonio Mercero

Tras perderse en una excursión del colegio, cuatro muchachos buscan refugio en un castillo en el que habitan Drácula, el hombre lobo, Quasimodo, el doctor Frankenstein y su criatura. La visita de los jóvenes hará que los viejos monstruos traten de reverdecer viejos laureles tratándoles de asustar. Pero sus planes no saldrán según lo planeado, recibiendo un escarmiento por parte de los muchachos.



Durante la primera mitad de los años ochenta la música infantil española vivió su particular edad de oro. Teresa Rabal, Enrique y Ana y el grupo Parchís serían la punta de lanza de un movimiento que llegaría a copar las listas de venta de España y buena parte de Latinoamérica, originando a su alrededor  todo un fenómeno sociológico. Como no podía ser de otro modo, semejante popularidad trajo consigo el que muchos de estos artistas desembarcaran en la gran pantalla en una jugada comercial que, en la mayoría de los casos, obedecía antes a cuestiones de mercado que a una verdadera demanda por parte del público, siendo empleadas estas películas como una especie de altavoz para dar a conocer los lanzamientos discográficos de los respectivos artistas. Sea como fuere, lo cierto es que en aquel lustro se produciría un goteo constante de este tipo de productos que, junto a otros esfuerzos aislados como, por ejemplo, la horrenda adaptación que de los personajes creados por Escobar “Zipi y Zape” perpetrara el erotómano Enrique Guevara, contribuirían a que el cine infantil cobrara un pequeño auge dentro de nuestra industria.

En este contexto, el siempre atento José Frade decidió en 1982 sumarse a la moda del momento produciendo un film de estas características a mayor gloria de Regaliz, formación diseñada a imagen y semejanza de Parchís por idéntica compañía discográfica, y que el año anterior había protagonizado su primera incursión en el medio con La rebelión de los pájaros. Para llevar a cabo este proyecto, el productor madrileño escogería a Antonio Mercero, director con el que pocos años antes había conseguido un gran éxito gracias a otra película con críos, aunque de muy diferente tono: La guerra de papá (1977), adaptación al medio de la novela de Miguel Delibes El príncipe destronado (1973). Pero además de su demostrada buena mano en la siempre difícil tarea de la dirección de niños, en la elección del guipuzcoano también tendría mucho que ver el buen momento en el que se hallaba su carrera tras haber realizadoVerano azul (1981), sin lugar a dudas uno de los iconos más importantes de la televisión en España. Así parece corroborarlo la futura presencia en el reparto de Miguel Ángel Valero, el célebre Piraña de la teleserie tal y como el cartel original de la película se encargaría de resaltar.

Perfilados pues los principales nombres sobre los que debía recaer el peso de la cinta, se decidió que esta se inscribiera dentro de los parámetros de la parodia terrorífica. No en vano, por aquellas mismas fechas Frade había logrado unos estimables resultados  económicos con una serie de cintas en los que los ambientes terroríficos se mixturaban con la típica comedia de destape tan cara a la época, por lo que entraba dentro de lo lógico que el avispado productor tratara de seguir exprimiendo el filón descubierto. Sin embargo, este modelo presentaba el inconveniente de no resultar muy adecuado para un film destinado a los más pequeños de la casa. Por tal motivo, en lugar de Polvos mágicos y su caterva de derivaciones, el principal espejo en el que se miraría Buenas noches, señor monstruo sería el de la más neutra, añeja e influyente Abbott y Costello contra los fantasmas (Abbott and Costello Meet Frankenstein, 1948).

Tanto es así que no solo compartiría con la película del dúo humorístico norteamericano su pretensión de utilizar a los monstruos clásicos de la Universal como mera chirigota al servicio de sus “estrellas” protagonistas. Al igual que en ella, para dar vida a algunos de los terroríficos seres reunidos en su metraje serían contratados varios actores autóctonos estrechamente ligados con el género fantástico. De este modo, Paul Naschy[1] se encargaría de interpretar por enésima vez a lo largo de su trayectoria el papel de licántropo, en tanto que Fernando Bilbao haría lo propio con el de la criatura, retomando así el personaje que desempeñara una década antes en el desquiciado díptico de Jesús Franco formado por Drácula contra Frankenstein (1972) yLa maldición de Frankenstein (1974). Junto a Naschy y Bilbao la galería de monstruos sería completada con el concurso de Andrés Mejuto en el rol del doctor, un joven Guillermo Montesinos en el de Quasimodo, y el siempre entrañable Luis Escobar como el conde Drácula, actor al que es dedicado un pequeño guiño mediante la mención de su irrepetible rol en la coetánea trilogíaNacional de Luis García Berlanga.

A tenor de lo hasta ahora expuesto huelga recalcar, una vez más, la naturaleza de producto coyuntural con la que fue concebidaBuenas noches, señor monstruo. Algo que, por otra parte, queda suficientemente claro desde el propio arranque de la cinta, con la llegada de los integrantes de Regaliz a un lúgubre y remoto castillo habitado por la lista de monstruos enumerada más arriba, con la disculpa de pedir asilo para pasar la noche después de haberse perdido en una excursión colegial en el campo. Ni que decir tiene que tan tópico y escueto punto de partida, así como su consiguiente desarrollo, no es sino un subterfugio como otro cualquiera sobre el que dar cabida a una interminable sucesión de números musicales y gags humorísticos, pensados única y exclusivamente para el lucimiento de sus jóvenes cantores.

Un contenido que, no por esperado, sorprende por la simpleza y esquematismo con la que es ejecutado por un director del renombre de Mercero, sin historia, ni personajes ni nada que se le parezca. En este sentido, resulta especialmente significativo el que apenas se mencione el nombre de los personajes interpretados por los miembros de Regaliz, como si la personalidad de estos fuera un solo ente o, en su defecto, intercambiable entre los cuatro integrantes de la formación. Puestos a buscarle valores, el único elemento capaz de ofrecer un mínimo de interés dentro de tan desvaído conjunto está en las relecturas que se pueden extraer del acoso al que Drácula, el hombre lobo y Quasimodo someten a las dos preadolescentes féminas; los unos acechándolas en su dormitorio y el otro persiguiéndolas en calzoncillos. Máxime, habida cuenta de las connotaciones sexuales que anidan en el ADN de estos tres mitos, si bien sea bastante evidente que tal pretensión estaba lejos de la voluntad del responsable de Farmacia de guardia (1991-1995).

Pero a pesar de que su entidad como obra cinematográfica sea más bien discreta, por no decir nula, lo que nadie puede discutir aBuenas noches, señor monstruo es el de ser un producto honrado y consecuente con sus objetivos. Su ansiado triunfo comercial quedaría refrendado por los más de trescientos mil espectadores que pasaron por taquilla en el momento de su estreno, dejando la nada despreciable cantidad de cincuenta y cinco millones de pesetas de la época, según los datos recogidos en la web del Ministerio de Cultura. Por si fuera poco, el transcurrir de los años acabaría por convertirle en el film señero de su aludida corriente genérica, logrando incluso un estatus de culto entre ciertos grupos de nostálgicos crecidos ante sus imágenes, quien sabe si como recuerdo de la inocencia perdida.



Nada que objetar a todo ello si no fuera por el discurso que subyace bajo su trama. Y es que tras su pretendida fachada de cariñoso homenaje a los monstruos de siempre se esconde una poco disimulada burla dirigida hacia estos. Desde el tema musical que da nombre a la película y abre su metraje, hasta su mismísimo desenlace, en el que los monstruos quedan relegados a mera atracción del Museo de Cera, todo el relato se articula echando mano de la misma idea: la supuesta decrepitud y desgaste en la que para aquel entonces se encontraban los más importante mitos del género terrorífico, incapaces siquiera ya de asustar a un grupo de colegiales. Una opinión que no podía estar más equivocada como el tiempo se encargaría de demostrar. Mientras que el grupo Regaliz acabaría por disolverse apenas un año después de la realización de la película, Drácula, Frankenstein, el hombre lobo y compañía continuarían siendo empleados para atemorizar a las nuevas generaciones de jóvenes y pequeños hasta llegar a nuestros días.

José Luis Salvador Estébenez


[1] Es de destacar que las fuentes cercanas a Naschy siempre han mantenido que el proyecto original de Buenas noches, señor monstruo era hacer una película de terror puro y duro, pero que las circunstancias provocarían que acabara convirtiéndose en lo que hoy conocemos. Así lo expresa Ángel Agudo en Paul Naschy. La máscara de Jacinto Molina (Editorial Scifiworld, 2009) y así lo mantienen Adolfo Camilo y Luis Vigil en la filmografía comentada que acompaña a las Memorias de un hombre lobo del propio Naschy (Alberto Santos Editor, 1997), yendo incluso un poco más allá. Según los dos estudiosos, en el guion  original era un grupo de turistas las que iban a parar al castillo de tan siniestros inquilinos.