“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

lunes, 9 de enero de 2012

SEDDOK, L'EREDE DI SATANA (1960)


Dir.r: Anton Giulio Majano

Tras sufrir un accidente automovilístico provocado por un desengaño amoroso, una atractiva bailarina de strip-tease queda horriblemente desfigurada. Desesperada, en su camino se topará con un brillante científico que  la promete devolverla su aspecto anterior si se somete a un tratamiento experimental basado en las radiaciones atómicas. Al principio, dicho tratamiento es un éxito, y el rostro de la joven vuelve a ser el de antes. Sin embargo, transcurrido el tiempo las cicatrices reaparecen, por lo que el científico, enamorado perdidamente de su paciente, decide tomar medidas más drásticas…

Aunque estrenada el mismo año que la magnífica La máscara del demonio (La maschera del demonio, 1960), el espejo en el que se mira esta Seddok, l’erede di Satana (1960) es el de otra película anterior de Mario Bava, si bien codirigida en compañía – o más bien en ausencia – de Riccardo Freda, la seminal I vampiri [tv/dvd: Los vampiros, 1956]. De ella toma tanto su ambiente gótico-urbanita, presente en detalles tales como los compartimentos ocultos existentes en la mansión del villano, o en el fiel criado discapacitado de éste, como su esqueleto narrativo, de nuevo centrado en los sangrientos experimentos llevados a cabo por un mad-doctor para conservar la lozana belleza de su amada y las consiguientes investigaciones policiales y periodísticas para esclarecer los asesinatos derivados de tales prácticas.

No obstante, no es I vampiri el único modelo que la cinta que nos ocupa toma como referencia. Más al contrario, a lo largo de su metraje es más que evidente la influencia – por no decir otra cosa – que en ella ejercen obras tan variopintas como el film de Georges Franju Ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1959)[1] – el doctor dispuesto a todo con tal de recomponer el rostro del ser querido -, o la de clásicos de la literatura fantástica como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson – el brillante científico que, tras administrarse un suero de su propia invención, da rienda suelta a sus más bajos instintos – o, incluso, “Los asesinatos de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe, representado por ese gorila evadido de su encierro al que en un principio la policía creerá culpable de los primeros crímenes.


Pero pese a estas raíces netamente fantásticas, la película posee una sorprendente carga melodramática a la que no es ajena la identidad de su autor, Anton Giulio Majano, televisivo realizador que por aquellos años había conseguido varios éxitos en la pequeña pantalla con trabajos de esta índole. Así, gran parte del motor narrativo de la trama recae en las distintas pasiones que arrastran a los personajes protagonistas, planteadas no sin cierta ironía – cf. el enamorado mad-doctor que para mantener intacta la belleza de su pretendida se convierte en una horrorosa criatura -, pero que a la postre acaban por provocar un desarrollo de lo más lánguido y enrevesado. Esto, unido a lo rutinario y delirante de su historia, a lo antipático de sus roles positivos – mención especial para la actitud de Jeannette, la desfigurada bailarina –, y a la plana dirección de Majano salvo momentos puntuales, caso del encuentro en el brumoso muelle entre Jeannette y Pierre, el cual diríase sacado de una película del Hollywood clásico, dan como fruto un título carente de interés. No en vano, dentro de la mediocridad de su propuesta, los únicos puntos destacables residen en aspectos secundarios como la atrayente composición de su elenco interpretativo, encabezado por actores de la valía de Alberto Lupo[2] y Sergio Fantoni, o su alto nivel de erotismo, habida cuenta de la época de la que data[3].

Lo más curioso del caso es que tan modestos resultados no han impedido que Seddok, l’erede di Satana goce de un estatus de culto en según qué círculos minoritarios. Tal consideración radica en buena medida en la supuesta participación en su rodaje de Mario Bava en calidad de productor, si bien esta circunstancia nunca haya sido aclarada del todo. Y es que si nos atenemos a sus títulos de crédito, dicha labor recae en un tal Mario Fava (sic), pudiendo este nombre ser un seudónimo del verdadero productor de la cinta utilizado con el ánimo de aprovechar en la medida de lo posible el éxito internacional de la ya mentada La máscara del demonio, algo no descartable si tenemos en cuenta la naturaleza imitativa que preside el conjunto. Por otra parte, a lo largo de la cinta no existe ni un ápice de la poderosa inventiva visual por la que es recordado el genio de San Remo, ni tampoco de su facilidad para los trucajes ópticos, con la excepción hecha de la primera transformación en criatura del científico, solventada mediante una especie de curioso stop-motion fotográfico. Si a esto le añadimos el hecho de que en ningún otro título de su dilatada carrera el director de Bahía de sangre ejerciera de productor, la respuesta en cuanto a su participación en este título parece bastante evidente.

Sin embargo, también existen distintos elementos que hacen que esta afirmación no pueda ser tan tajante; más concretamente, debido a la presencia en su equipo técnico-artístico de varios nombres ligados a la carrera de Bava. Tal es el caso del guionista Alberto Bevilacqua, quien en el futuro intervendría en los libretos de Las tres caras del miedo (I tre volti della paura / Les trois visages de la peur, 1963)  y de Terror en el espacio / Terrore nello spazio (1965), o del músico Armando Trovajoli, responsable de la banda sonora de Ercole al centro della Terra / Hercules contre les vampires [dvd: Hércules en el centro de la Tierra, 1961]. A todos estos nombres hay también que sumarles el de Ivo Garrani, que de interpretar aquel mismo año al terrorífico príncipe Vaida de La máscara del demonio pasaría aquí a convertirse en un afable comisario de policía.

Entonces, ¿tuvo o no algo que ver Mario Bava con esta Seddok, l’erede di Satana? Que cada uno saque sus propias conclusiones a tenor de los datos mostrados, pero lo que parece estar claro es que, de haberlo tenido, su concurso no eximiría a la película de la medianía de su resultados.
José Luis Salvador Estébenez
 
(PUBLICADO EN: LA ABADÍA DE BERZANO).
 
[1] Precisamente, aquel mismo año otra cinta italiana tomaría como base esta película francesa. Nos referimos a la muy superior El molino de las mujeres de piedra (Il mulino delle donne di pietra / Le moulin des supplices, 1960), del reivindicable artesano Giorgio Ferroni.
[2] ¿Será el apellido de este actor, “lobo” en castellano, el motivo que ha llevado a multitud de fuentes mal informadas a señalar a la presente como una película sobre licántropos?
[3] Al parecer, el montaje norteamericano, sensiblemente más corto que el original, incluye varios desnudos ausentes en la versión italiana, así como un prólogo postizo con imágenes reales de los holocaustos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Siguiendo con la confusión en cuanto a la posible naturaleza de la criatura protagonista, en esta versión es convertida en una especie de “vampiro atómico”.