“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

viernes, 15 de julio de 2011

Psicotronía licántropa (IV)


ALARIDO DEL TERROR (1991)

Sin lugar a dudas el cine le debe mucho a la dinastía Cardona, desde el primero al último. René Cardona, nacido en Cuba a principios de siglo, fue actor, productor, guionista y director de infinidad de clásicos chicanos de esos que tantos nos gustan. En su haber cuenta ni más ni menos con haber dirigido el primer film en el que intervenía nuestro queridísimo Germán Valdes (Tin Tan), en Hotel de verano (1944), o El enmascarado de plata (1954), una película que sentaría las bases del género de films de lucha libre que, paradójicamente, pese a su título, no está protagonizado por el famoso luchador, Santo, el enmascarado de plata. Su hijo por su parte, - a quien diferenciamos gracias a un escueto “Jr.” al final del nombre -, elucubró otras piezas de indudable valor, aunque esta vez más bien de carácter zetoso, pues suyo es el famoso exploit de Tiburón (Jaws, Steven Spielberg, 1975), Tintorera (1977) o Carlos el terrorista (1979). En el tercer grado de la dinastía familiar encontramos a René Cardona III, y suya es esta película licántropa (*) que traemos a colofón, Alarido del Terror (1991), film que a primera vista, y sobretodo gracias a su título, nos puede hacer pensar en hombres lobo, pero ni mucho menos, aquí en este film lo que vemos es un monstruo peludo, si, que además vive cobijado en una cueva, cosa que puede parecernos que se trata de una bestia salvaje mitad humana o un bigfoot, pero que va… Tal y como se demuestra más adelante, de lo que se trata en realidad es de un espíritu llamado “chaneque”, que según nos cuentan suelen ser espíritus burlones y jocosos, pero que en el caso del de la película tiene muy malas pulgas e incluso se quiere apoderar del cuerpo de una niña que no es otra que la hija de ¡Hugo Stiglitz!.

"Hostia, unos huesos... ¡mágicos!"

A este monstruo no le gusta que le toquen los "huesos".
Pues bien, Alarido del terror empieza del siguiente modo… Tenemos a esa “bestia”, a ese “demonio” o espíritu maléfico metido en una cueva, ¿recuerdan? Vale, hasta ahí bien. Entonces aparece Hugo Stiglitz acompañado de su familia y unos compinches, y entran en ella en busca de algo. Tras una breve exploración, encontrarán un esqueleto humano e inexplicablemente se guardarán en los bolsillos algunos trozos pensando que… ¡¡son mágicos!! (¿Por qué? Y yo que sé). Total que aquello parece enfurecer a la bestia e irá liquidando, uno a uno, a los tipos que habían entrado en su guarida y le habían robado parte de su colección huesuda, hasta que, como es lógico, llega a Stiglitz y su familia (que por otro lado sufren una pequeña crisis familiar) y éstos deberán hacerle frente. Para ello contarán con la inestimable ayuda de un tipo místico, - una especie de Manu Chao y Toshiro Mifune -, que toca la flauta y se comunica con la niña mediante telequinesis (si, como hacía Scatman Crothers en El resplandor con Danny Lloyd) pero de un modo más infernal. De hecho pueden ustedes ver el desternillante momento en el que ambos se “comunican”, y la niña no para de decir “dejame, dejame (no me ralles), dejame en paz”, mientras el perro le ladra (¿?). Siguiente video (minuto: 7:44).


Puede que lo más interesante de todo el conjunto sea precisamente ese afán maniático/coleccionista de nuestra criatura con sus preciados huesos, y paralelamente ver las peleas que tiene Stiglitz con su esposa, debido a que ésta le cambia de sitio los soldaditos de su colección ([ver vídeo anterior, minuto: 6:58]). Tenemos dos “bestias”, una humana (Don Stiglitz) y otra un espíritu maléfico, y ambas guardan con recelo diferentes objetos. También comprobamos como ambos estallan con una furia incontrolable ante cualquier profanación y robo. Lamentablemente esta premisa se queda ahí y Alaridos del terror se pasa al terreno más bien del Poltergeist, los portales a otras dimensiones, e incluso algunos guiños a Depredador, y las intenciones de la bestía se convierten en, como ya hemos dicho, una mera posesión de mierda a la hija de Stiglitz.

Hugo Stiglitz, actor insignia del cine trash mexicano.
A pesar de estar muy alejado del cine de los hombres lobo y pese a su factura rematadamente Z, Alaridos del terror es una película muy entretenida, que se ve con cierto interés e incluso resulta divertida. Así que ya saben, si tienen la ocasión (AQUÍ la pueden encontrar), no se la pierdan.

(*) En su haber también cuenta con (al menos) otra película de alobados, cuyo título Colmillos, el hombre lobo (1993) prometo abordar en un futuro muy próximo.