Dir.r: Anton Giulio Majano
Tras sufrir un accidente automovilístico provocado por un desengaño amoroso, una atractiva bailarina de strip-tease queda horriblemente desfigurada. Desesperada, en su camino se topará con un brillante científico que la promete devolverla su aspecto anterior si se somete a un tratamiento experimental basado en las radiaciones atómicas. Al principio, dicho tratamiento es un éxito, y el rostro de la joven vuelve a ser el de antes. Sin embargo, transcurrido el tiempo las cicatrices reaparecen, por lo que el científico, enamorado perdidamente de su paciente, decide tomar medidas más drásticas…
Aunque estrenada el mismo año que la magnífica La máscara del demonio
(La maschera del demonio, 1960), el espejo en el que se mira esta Seddok,
l’erede di Satana (1960) es el de otra película anterior de Mario Bava, si
bien codirigida en compañía – o más bien en ausencia – de Riccardo Freda, la
seminal I vampiri [tv/dvd: Los vampiros, 1956]. De ella toma
tanto su ambiente gótico-urbanita, presente en detalles tales como los
compartimentos ocultos existentes en la mansión del villano, o en el fiel
criado discapacitado de éste, como su esqueleto narrativo, de nuevo centrado en
los sangrientos experimentos llevados a cabo por un mad-doctor para
conservar la lozana belleza de su amada y las consiguientes investigaciones
policiales y periodísticas para esclarecer los asesinatos derivados de tales
prácticas.
No obstante, no es I vampiri el único modelo que la cinta que nos ocupa toma como referencia. Más al contrario, a lo largo de su metraje es más que evidente la influencia – por no decir otra cosa – que en ella ejercen obras tan variopintas como el film de Georges Franju Ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1959)[1] – el doctor dispuesto a todo con tal de recomponer el rostro del ser querido -, o la de clásicos de la literatura fantástica como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson – el brillante científico que, tras administrarse un suero de su propia invención, da rienda suelta a sus más bajos instintos – o, incluso, “Los asesinatos de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe, representado por ese gorila evadido de su encierro al que en un principio la policía creerá culpable de los primeros crímenes.
Pero pese a estas raíces netamente fantásticas, la película posee una
sorprendente carga melodramática a la que no es ajena la identidad de su autor,
Anton Giulio Majano, televisivo realizador que por aquellos años había
conseguido varios éxitos en la pequeña pantalla con trabajos de esta índole.
Así, gran parte del motor narrativo de la trama recae en las distintas pasiones
que arrastran a los personajes protagonistas, planteadas no sin cierta ironía –
cf. el enamorado mad-doctor que para mantener intacta la
belleza de su pretendida se convierte en una horrorosa criatura -, pero que a
la postre acaban por provocar un desarrollo de lo más lánguido y enrevesado.
Esto, unido a lo rutinario y delirante de su historia, a lo antipático de sus
roles positivos – mención especial para la actitud de Jeannette, la desfigurada
bailarina –, y a la plana dirección de Majano salvo momentos puntuales, caso
del encuentro en el brumoso muelle entre Jeannette y Pierre, el cual diríase
sacado de una película del Hollywood clásico, dan como fruto un título
carente de interés. No en vano, dentro de la mediocridad de su propuesta,
los únicos puntos destacables residen en aspectos secundarios como la atrayente
composición de su elenco interpretativo, encabezado por actores de la valía de
Alberto Lupo[2]
y Sergio Fantoni, o su alto nivel de erotismo, habida cuenta de la época de la
que data[3].
Lo más curioso del caso es que tan modestos resultados no han impedido que Seddok, l’erede di Satana goce de un estatus de culto en según qué círculos minoritarios. Tal consideración radica en buena medida en la supuesta participación en su rodaje de Mario Bava en calidad de productor, si bien esta circunstancia nunca haya sido aclarada del todo. Y es que si nos atenemos a sus títulos de crédito, dicha labor recae en un tal Mario Fava (sic), pudiendo este nombre ser un seudónimo del verdadero productor de la cinta utilizado con el ánimo de aprovechar en la medida de lo posible el éxito internacional de la ya mentada La máscara del demonio, algo no descartable si tenemos en cuenta la naturaleza imitativa que preside el conjunto. Por otra parte, a lo largo de la cinta no existe ni un ápice de la poderosa inventiva visual por la que es recordado el genio de San Remo, ni tampoco de su facilidad para los trucajes ópticos, con la excepción hecha de la primera transformación en criatura del científico, solventada mediante una especie de curioso stop-motion fotográfico. Si a esto le añadimos el hecho de que en ningún otro título de su dilatada carrera el director de Bahía de sangre ejerciera de productor, la respuesta en cuanto a su participación en este título parece bastante evidente.
Sin embargo, también existen distintos elementos que hacen que esta
afirmación no pueda ser tan tajante; más concretamente, debido a la presencia
en su equipo técnico-artístico de varios nombres ligados a la carrera de Bava.
Tal es el caso del guionista Alberto Bevilacqua, quien en el futuro
intervendría en los libretos de Las tres caras del miedo (I tre
volti della paura / Les trois visages de la peur, 1963) y
de Terror en el espacio / Terrore nello spazio (1965), o del
músico Armando Trovajoli, responsable de la banda sonora de Ercole al
centro della Terra / Hercules contre les vampires [dvd: Hércules
en el centro de la Tierra, 1961]. A todos estos nombres hay también que
sumarles el de Ivo Garrani, que de interpretar aquel mismo año al terrorífico
príncipe Vaida de La máscara del demonio pasaría aquí a convertirse en
un afable comisario de policía.
Entonces, ¿tuvo o no algo que ver Mario Bava con esta Seddok, l’erede di Satana? Que cada uno saque sus propias conclusiones a tenor de los datos mostrados, pero lo que parece estar claro es que, de haberlo tenido, su concurso no eximiría a la película de la medianía de su resultados.
José Luis Salvador Estébenez
(PUBLICADO EN: LA ABADÍA DE BERZANO).
[1]
Precisamente, aquel mismo año otra cinta italiana tomaría como base esta
película francesa. Nos referimos a la muy superior El molino de las mujeres
de piedra (Il mulino delle donne di pietra / Le moulin des
supplices, 1960), del reivindicable artesano Giorgio Ferroni.
[2]
¿Será el apellido de este actor, “lobo” en castellano, el motivo que ha llevado
a multitud de fuentes mal informadas a señalar a la presente como una película
sobre licántropos?
[3]
Al parecer, el montaje norteamericano, sensiblemente más corto que el original,
incluye varios desnudos ausentes en la versión italiana, así como un prólogo
postizo con imágenes reales de los holocaustos nucleares de Hiroshima y
Nagasaki. Siguiendo con la confusión en cuanto a la posible naturaleza de la
criatura protagonista, en esta versión es convertida en una especie de “vampiro
atómico”.
Esta la tengo en cartera hace tiempo para ver; la verdad es que el argumento tal como lo cuenta parece lo suficientemente loco como para hacerle caso (¡hasta un gorila dice que sale, demonios!), pero visto el escaso entusiasmo mostrado en la reseña hay para pensárselo dos veces... algún día caerá, de todos modos: hay monstruo y hay mad doctor y hay chica deforme, demasiado para renunciar así como así a su visión...
ResponderEliminarNo haga mucho caso al "puntilloso" de José Luis, Abuelito... Es un poco tiquismiquis. Yo también la tengo por ahí bajada pendiente de ver y tiene una pinta excelente...
ResponderEliminarComo usted dice, es demasiado para renunciar a ella, así que espero que José Luis no haya estado muy atinado en su reseña, jejeje...
La busco hace tiempo en castellano o subtitulada al menos, gracias por la reseña, saludos
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